dimecres, 12 de desembre del 2007

Beatiful Liar

Yo nunca he estado en San Sebastián. Qué pena, con lo bien que dicen que se come y lo que me gusta el txacolí. Me hubiera gustado pasar allí un fin de semana largo, o corto, según se mida en tiempo o en sensación de tiempo.

Los que hayais estado alguna vez seguro que habreis constatado que el cielo tiene que estar encapotado para que se potencie ese aire melancólico y aristocrático que tiene la ciudad, y que tiene que hacer mucho viento y frío para así poder arrimarte al de al lado y sentir calor de pecho ajeno. Vosotros sabreis. Yo no, puesto que no he estado allí, aunque, de haber estado, me habría encantado despertarme en un hotel provenzal en primera línea de mar, que tuviera un balcón de vistas conchiles tan fotografiables y vascos brutos como ellos solos bañándose en el Cantábrico (en pleno mes de Diciembre). Yo, de haber ido, seguro que no me habría bañado, no obstante, puesto que soy lo que como.

Me hubiera hecho ilusión, además, encontrarme a Pilar y a Pinch allí. Mira, hauríem fet uns pacharanes després de dinar junts. Pilar es de encontrársela por los mundos; hubiera quedado con ella en el País Vasco igual que quedamos en los Países Bajos o en la Concordia.
San Sebastián hubiera sido, además, un lugar perfecto para construir recuerdos de algo incipiente. Seguro que los vascos sirven cubatas de medio litro y tienen hasta un museo del whisky (me pregunto si hubiera podido comprar caramelos de gin-tonic allí). Me hubiera gustado bailar en una taberna disfrazada de pub con feas simpáticas y tontos del pueblo. Tanto me habría gustado que hasta habría tolerado que sonara (una vez más) Chiquilla en uno de esos.
Soberbia ciudad, ésta, que no me habría mantenido peinada ni un segundo porque lo que único que se peina en Donosti es el viento. Desde el más absoluto desconocimiento doy fe de que San Sebastián bien debe de valer un rizo.

Creo estar en lo cierto diciendo que habría despertado en San Sebastián, o en cualquier otra ciudad típicamente cantábrica. Ellas me habrían hecho despertar, donde despertar es abrir los ojos a algo, o a alguien.

Tiene gracia que guapa sea el título del último álbum que habrá sacado La Oreja de Van Gogh tal y como los entendemos. Debe de ser por eso que imagino que debe de sonar tanto por esos parajes.




Watch out! Comentarios susceptibles de ser censurados.

dissabte, 1 de desembre del 2007

Espalda de cordero al horno


Planas, mira quines sabatetes!

Con patatas y cebollitas. Va a ser verdad lo que decía el Nobel de Laia , donde triunfa el que cree que puede hacerlo. En mi caso no es tan así, siempre he creído que en mí hay una gran cocinera igual que una gran conductora, sois vosotros los que no lo creeis. Yo hoy he (vale, hemos) cocinado con éxito una receta digna de mamá.

La iniciativa ha surgido de una necesidad real: tengo que ensayar para la comida de Reyes, que desde hace unos años se celebra en mi casa y a la que mi hermana y mi madre llegan cargadas de comida hecha por ellas, o semi-hecha que terminan haciendo en mi cocina. Tengo 28 años y cierta responsabilidad culinaria, puesto que ni mis sobrinos ni mi padre estarán dispuestos a comer fajitas o pasta Buitoni con salsa ídem el día de Reyes. "Mamá, este año cocinaré yo, y será comestible, lo prometo". Ja n'hi ha prou, del peterpanecismo que ha venido sufriendo mi entorno.

La família Planas-Asensio son mi cómplice planificador, donde (tratándose de mi hazaña) yo tengo que ser la ejecutora y la Buil la conejilla (compartiendo cartel con el resto).

"A mi no m'agrada el xai", diu la Tata. Tranquilos, no me doblego ante el reto. Aún quedan algunos sábados antes del 2008, el próximo toca rodaballo, que tampoco vale porque si sirvo pescado mi sobrino me pedirá "un minut per desmaiar-me". No hay dolor, mirada al frente y perseverancia, no hay tiempo, un único ensayo, trucos a retener y que el cometido principal no nuble los complementos básicos (no haber comprado pan ha sido imperdonable, amb aquell suquet...).

De la cocina, las pertinentes revelaciones divinas:

- Qué caro es comer bien (punto altamente disuasorio).

- Cómo ralla pelar quinientas mil cebollitas enanas.

- Cómo debe de doler que después de estar horas cocinando algún comensal no tenga hambre o no le guste lo cocinado.

- Cómo duele tirar la comida que tú has cocinado.

- No puedes tener el horno abierto todo el rato para ver cómo se va haciendo la historia.

- Qué bueno está el jodío, pero qué mal cuerpo se te queda el resto de la tarde con el maldito cordero.

- Pelar cebollitas es un coñazo, pero nada comparable a la huella aromática que deja en tus manos por los siglos de los siglos.

Pese a las revelaciones, la motivación no mengua. Podeis llamarme Gemmatuille.